jueves, 10 de marzo de 2011

DESDE ESTA ORILLA



Desde esta orilla, el cielo luce infinito, tal como es. Muchas veces las cosas no aparentan ser lo que en realidad son, simplemente enmascaran su identidad para que nos luzca fantástico descubrirlas, lo hermoso es que ocurre con cuanto existe. Desde las esencias que capta el olfato hasta el calor que siente la piel, son sentimientos comunes, descriptivos del alrededor, pero sólo cuando les prestamos atención, muestran lo que son. Y desde esta orilla, el cielo luce infinito.
Las palmas son las únicas que manchan el paisaje cual arte cinético en un lienzo interminable, pérgolas gigantes que en tu suelo pintan sombras sobre arena, pies, agua y espalda. Sombras de sal que repasan los labios de la mujer amada, secándolos y haciéndoles rogar por agua. Sombra finita que se aprecia entre lo abundante de la luz, sombra genial que demuestra que existe un dios de los vientos.
El aroma dice que la mañana es tardía, que la pesca ya está en casa y que ya los brazos están cansados, el sudor es el mar que existe en su frente, tan salado como aquel que invade el norte de su ser, en un azul que apenas se puede ver.
Vuelve la luz a achinar sus ojos, y el llamado de los labios secos indica el aroma del alimento, el primer descanso y el primer abrazo de la familia, lo da la mesa, el sabor y la estufa. El mayor alimento es el beso de los hijos, descalzos de aceitunas y vestidos de arena.
Tomar agua le recuerda, el río sigue fluyendo y se escucha lejano, ensordece los sueños, pero se escucha lejano. El tiempo lo traerá, la tormenta el agua brindará, y con ron por ahora su sed saciará.
El sol baja y con él los sonidos del día, ahora el mar se coloca sus mejores ropas, se disfraza de espejo y se enamora de a quien refleja, el sol se confunde con su propio encanto y cual narciso se ahoga en la fantasía de las olas mansas, para renacer en  la luna brillante en el cielo, la verdadera enamorada, que con infinidad de de azulejos y azucercas revive la obscuridad y la hace soportable.
El frío hela la piel del pescador  y los hombros negros buscan cobijo bajo las faldas de quien le ama. Los niños cansados de sus juegos  de verdades, sueñan con mentiras realizables, el claro de luna contempla la noche en busca de una historia no contada.
El gallo canta, es la hora, la pesca llama. Se levantan los brazos aun cansados y parte al norte, donde las esperanzas se escuchan cuando descubren lo que al sur existe. 

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