jueves, 10 de marzo de 2011

Siglo XX Cambalache


Eran los tiempos de 1935, el siglo XX maldito empezaba y con él la industrialización y la modernidad, el oro negro bramaba de las fauces de la tierra y se empezaba a entender el modo de pensar positivista del progreso. Que equivocados estábamos y que tanta razón teníamos.
Las ciudades seguían siendo pueblos y los pueblos seguían siendo tierras vírgenes. En casa papá tenía un solo bombillo conectado a un cable muy muy largo que le permitía recorrer toda la casa de noche para cenar y acostarnos a mis hermanos y a mí en la habitación, dejando la bombilla encendida toda la noche para que la oscuridad no transformara nuestros sueños en pesadillas. La verdadera pesadilla la reservábamos para todas las mañanas en las que amanecíamos rojos e hinchados de las millones de picadas con las que nos azotaban los mosquitos durante toda la noche, encantados por el destello de la luz artificial. Papá reía y nosotros, rojos del salpullido y la indignación, nos rascábamos y corríamos al río a ver si por casualidad se nos quitaba con agua la desesperante sensación de las picadas de jején.
Mamá, con paciencia infinita tomaba una esponja bañada en un menjurge inventado por ella, que llevaba una serie de plantas que decía, son secretas. Nos frotaba diariamente los brazos y piernas con la caricia más profunda, mientras papá salía a recolectar las naranjas para venderlas en el mercado de la plaza justamente frente a la iglesia.
En aquella iglesia había una estatua de un ángel, que mamá decía nos protegía a todos, papá nos  aclaró porque mi madre aseguraba tal cosa y era porque aquella estatuilla había sido tallada copiando el rostro del menor de mis hermanos, el que había fallecido en aquellos tiempos porque así eran aquellos tiempos. Papá nos contó  eso para que siempre supiéramos que mamá tenía muchas cosas en la mente y nosotros estábamos encargados de mantenerla en la realidad.
Era eso y el tango. Mamá pasaba horas escuchando la radio esperando que Gardel cantara adiós muchachos, o  por una cabeza, o el día que me quieras.
Me daba mucha risa verla, se quedaba estupefacta escuchando sus canciones y las tarareaba porque le daba pena cantarlas, ella decía que su vos dañaría la melodía hasta de la menos melodiosa de las canciones.
Recuerdo en especial una de las canciones que mamá escuchaba, la única que le gustaba a papá, cambalache Siglo XX, siempre decía que eso era verdad, que el maestro Enrique Santos no se había equivocado en lo más mínimo en esa canción, que yo lo vería y que recordaría sus palabras, y terminaba con un esperado “Ojala que no tenga razón pero, te vas a acordar de mí”. Así fue, me acuerdo todos los días que estamos en el siglo XX, el cambalache y el viejo no se equivocaron y mucho menos Enrique Santos.
Recuerdo claramente el día en que papá llegó empapado de sudor a casa. Exhausto y sin aliento me dijo a mí.
        ¡Llama a tu mamá lo antes posible!

 Y sin darme tiempo a reaccionar salí corriendo a donde estaba mamá, tomé su brazo y la llevé justo al lugar donde papá ahora estaba tirado en el piso recuperando el aliento con los ojos saltones y una evidente garganta seca.
Mamá pensó:
-Lo que me faltaba, ¡ahora le dio infarto al hombre éste!
Y en ese mismo instante papá le mostró la primera página del periódico y le dijo a mamá,
- ¡dime si es cierto lo que mis ojos ven!
 Mamá leyó en voz alta y clara
-Mañana llegará al puerto de la Guaira El DIVINO CARLOS, el cual se estará presentando en el Teatro Principal de CARACAS el 26 de Abril…
Mamá hizo silencio, volteó a ver a papá y brincó de alegría sobre él, que aún no se había recuperado por completo. Me dio por reír con ellos aunque no entendía por qué.
El gran Gardel se presentaría en caracas, la gran oportunidad para mi madre de verlo en persona.
Papá la miró a los ojos y le dijo:
-Sé lo mucho que deseas esto, te llevaré y conocerás a Gardel y será tu regalo de aniversario de Bodas.
Mamá no se lo podía creer, pero entristecida le dijo:
- No puedo dejar a los niños solos tanto tiempo y Caracas está a muchos días de aquí. ¿Cómo quieres que yo vea a Gardel si no puedo estar en Caracas a tiempo?
- ¡Jajá! El general le ha pedido que venga a Maracay, que quiere escucharle en privado y sabes que el general siempre compra las naranjas los domingos en mi puesto, dice que son las mejores. Le pediré este domingo que te permita entrar, lo prometo, sé que no me dará un no por respuesta.
- ¡El General! ¿El general te compra naranjas?
- Es un tipo muy extraño, habla raro y es muy duro, aunque sea rudo con los castigos a sus enemigos, se que siente aprecio por mí, además hoy día cualquiera es un ladrón y cualquiera es un señor.
Fue así, como lo cuento, que mi madre vio a Gardel, en el concierto privado para El General Gómez en tiempos de 1935 a pocos meses de la muerte del mayor intérprete de tangos que ha parido París, o será Uruguay, o será Argentina…
SIGLO XX CAMBALACHE DE ENRIQUE SANTOS DISCÉPOLO

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