¡¿Tu como que me estas montando cacho?!
No hay duda que capte su atención, esta frase tiene esa magia, basta decirla y todo el mundo es capaz de sacar sus propias conclusiones, su propia imagen, su chisme y es el tipo de frase que permite hacernos todos los modos de pregunta, qué, dónde, cuándo, por qué y cómo, aunque todos sepamos cómo.
Tiendo mucho a generalizar así que discúlpeme si no dejo de hacerlo. Le contaré lo que pasó y por qué empieza esta historia de ese modo.
Primeramente nunca debí entregarle las llaves de mi apartamento a esa mujer, fue un error, al principio me pareció justo, claro, tenía 3 años saliendo con ella y por qué no, ya había tenido la insolente esperanza de hacer una familia con esa hermosa dama. Ese fue mi segundo error, pensar que la vida es segura con la persona que tienes a tu lado. ¡Hey! El hecho de que haya personas con suerte no quiere decir que no esté en lo correcto, además como dije antes, tiendo mucho a generalizar.
El giro de esta historia no tiene nada que ver con si soy o no un venado, esto va mucho más allá, esta mujer me hizo enloquecer poco a poco tratando de dominarme con sus posturas ante la vida. ¿Sebes que es ladilla? Y discúlpame la palabra, prometo no volver a utilizar este método de expresión en este relato. Es ladilla cuando estás discutiendo con tu pareja y ella, viendo que no tiene la razón termina la discusión con un “eres un obtuso” ¡listo! ¡Jaque Mate! No hay forma de salir de eso, estas literalmente fregao, si protestas estarás demostrando que efectivamente lo eres y si no… ¡también! Solo el tiempo te dará la razón (si es que la tienes) y la ventaja de decir “¿viste?” con los ojos abiertos como un sapo y moviendo la cabeza en sentido afirmativo. ¡Qué imagen de estúpido! Ahora que la describo entiendo porque les molesta tanto.
Lo que sucedió fue lo siguiente:
Un día común entro a mi apartamento, un cuchitril de escasos 32 metros cuadrados y un baño, y me veo sentado en mi sillón un poco más viejo, más calvo y leyendo un periódico. Extrañado y prestando mucha atención sigo observando. Un bebé llora frente a mí y soy incapaz de bajar el periódico para ver que le sucede, mi novia corre a ver qué le pasa al niño y ¡oh sorpresa! Está embarazada y créanme, ya no es ninguna hermosa dama, está tan fea que hasta podría dudar si es dama. Durante segundos me paralizo y trato de digerir este fantasma de la navidad futura que Dios, en su afán de parecerse a Charles Dickens, colocó en mi conciencia.
Fue así como perdí la cabeza.
¡Yo no puedo hacerle eso a esos pobres niños! Y ¡¿qué demonios le pasó a la hermosa dama?! ¡Y yo ahí leyendo las comiquitas del periódico, barrigón, calvo y con las uñas de los pies largas! ¡Qué desagradable esto no puede ser así!
Entonces me decido a hacer lo que todo hombre ha hecho alguna vez en su vida por simple egoísmo, hacerse el héroe en una situación que nadie comprende. Es decir, en este caso solo yo sé cuál es el destino de la hermosa dama, por lo cual tomaré una medida extrema y la liberaré de las garras de la fealdad y la vejez. ¡Mentira! Me libro yo de su fealdad y su vejez y de esta forma lavo mis manos con agua bendita al hacer creer a mi ego que fue un acto heroico y que pienso en los niños.
Aprovechando que está hablando por el teléfono, tomo a la dama por el brazo y lo único suficientemente grave que se me ocurre decir es:
“¿Tú me estas montando cachos?”
¡Bum! Se revienta aquel berrinche, que si tu eres un desconsiderado, que si esto, que lo otro, que que pelotas tienes tu chico, que yo soy una mujer hecha y derecha, que hasta cuando voy a ser un obtuso, que si el pato y la guacharaca y en fin… para hacer el cuento corto, me tiró las llaves en la cara. ¡jaja! Sí, así tal cual, una cosa de histérica que tenía la tipa y menos mal que lo descubrí a tiempo. Bueno amigo así fue como bajo el desconocimiento de los que en un futuro se verían afectados, hoy vuelvo con mi capa de superhéroe, consciente de que no estoy en mis cabales y habiendo recuperado mi privacidad y mi vida. ¿Qué mundo este no?
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